El Motín del Pan de Córdoba en mayo de 1652 fue justificado oficialmente por las epidemias de peste y el desorbitado precio de las cosas en esos años. Todos aceptamos como válidas las explicaciones que Ramírez de Arellano da sobre el asunto, y esta es casi la versión oficial de lo que se considera una de las primeras revueltas populares de Europa, y que después se extenderán por todo el continente hasta llegar a la Revolución francesa o más recientemente al Mayo del 68.

Pero la verdad es más oscura y “políticamente incorrecta” y quizás por ello se pasa de puntillas sobre ella. La raíz del problema de las hambrunas del siglo XVII no solo tienen como clave la climatología y las epidemias, si no uno más grave y que ustedes van a entender sin problema.

Ante la necesidad de financiación que tenían las arcas de Felipe IV, este decide eliminar la plata como material de las monedas acuñada, por el vellón (otro metal más vulgar y menos valioso). Se acuñan en las cecas de Castilla infinidad de maravedíes de vellón que son puestos en circulación. Pero la baja calidad del metal y su facilidad para conseguirlo tendrán un efecto perverso. Esta acción lejos de solucionar el problema, disparó de forma estratosférica, la ya entonces gran actividad de los falsificadores de monedas. Y aunque este era un delito penado desde la pragmática de los Reyes Católicos con la muerte a fuego y la pérdida de todos los bienes, lo cierto es que la falsificación de moneda es impresionante hacia mediados de siglo.

¿Qué protege a los falsificadores para escapar del castigo?
Uno de los grandes problemas con los que se enfrentaba el ejercicio de la justicia en Castilla, era la complejísima red de jurisdicciones: la jurisdicción real ordinaria, la eclesiástica ordinaria, la del Santo Oficio de la Inquisición, la militar, la señorial, la del Consejo de Órdenes, la del de Hacienda... Problema jurisdiccional que complicaba mucho la resolución del problema, pues las disquisiciones entre los distintos tribunales entorpecían la administración de justicia, al suponer una serie interminable de cuestiones dilatorias de competencia, y fomentaba la comisión del delito. En más de un caso la materia principal quedó olvidada tras el prurito de unos y otros organismos por proteger a los suyos de todo trance.

Con esta coyuntura los conventos se convierten en una especie de “paraísos fiscales” que son los lugares elegidos para montar los ingenios fabriles de este oscuro y rentable negocio.

Se tiene constancia de todo ello, por la intervención que el corregidor de Córdoba Fernando Manuel de Villafañe hace en los conventos cordobeses, pocos años después de haber sufrido los efectos del primer Motín del Pan, y ante la posibilidad de que este vuelva a reproducirse.

Los documentos de la redada dan noticia de la comisión del delito en diversos conventos y edificios de religiosos de la ciudad de Córdoba; estos son los de Nuestra Señora de la Victoria, Santa María de Gracia, San Basilio, la Visitación, San Pablo, el de los frailes basilios establecido en dicha ciudad, una casa de los frailes de la Santísima Trinidad y otra de los carmelitas descalzos. El convento de la Trinidad es curiósamente el primero que asaltan los amotinados del Pan, pues como es lógico, la iglesia tenía los graneros llenos.

¿Por qué todos los actos falsificadores de los que informa Villafañe tienen lugar en conventos o en casas de religiosos? La respuesta es sencilla: el fuero privilegiado del que gozaban los eclesiásticos, que suponía una importante protección contra un delito castigado con la máxima pena que contemplaba la legislación castellana. De hecho, no fue éste el único caso conocido de falsificación en conventos religiosos. Es más, la documentación llegada al Consejo de Castilla prestó una especial atención a los conventos a lo largo de casi todo el siglo.

Quizá sea importante destacar que los efectivos integrantes del Clero procedían de toda la escala social, no era un bloque cerrado ni exclusivista; muchos de ellos tomaron los hábitos con el único fin de gozar de los privilegios y de escapar de los "males del siglo", pues entrar en la Iglesia significaba verse libre de la fiscalidad, del hambre y de las levas.

 

Maravedí de vellón de Felipe IV.

LAS CONSECUENCIAS

La masiva producción de moneda llevada a cabo mediante tramas falsificadoras produjo efectos muy negativos en el comercio y en la actividad financiera de la Corona. Las piezas falsificadas se mezclaron rápidamente con las fabricadas de forma oficial en las cecas del Rey. Esa unión de dinero auténtico y falso fue nefasta, pues pronto los expertos y las personas acostumbradas al manejo de grandes cantidades, hombres de negocios, depositarios, receptores, percibieron el fraude y rehusaron la admisión de estas piezas.

El efecto se trasladó a los hombres del campo y propietarios de pequeños comercios en las ciudades, pues recibiendo ellos monedas falsas, luego no conseguían que les fuesen aceptadas a la hora de efectuar sus pagos. El resultado fue el rechazo de toda moneda, falsa o auténtica, que llegara a sus manos, por ser incapaces de distinguirlas. El numerario falso contaminó al auténtico y como resultado de ello la nueva moneda de vellón, en la que la Corona había puesto tantas esperanzas de financiación, provocó un auténtico colapso mercantil, paralizando el comercio y ocasionando problemas de abastecimiento en distintas ciudades.

Es el caso de Córdoba, que documenta Villafañe, pero también el de Granada, donde las autoridades se vieron obligadas a instalar palenques para distribuir pan y calmar los ánimos de la población, el de Sevilla o el de Osuna, por citar algunos de los casos más significativos entre los ofrecidos por la documentación del corregidor cordobés.

 

Fuente:
FALSIFICACIÓN DE MONEDA EN CONVENTOS CORDOBESES EN 1661
POR JAVIER DE SANTIAGO FERNÁNDEZ
http://hispaniasacra.revistas.csic.es/index.php/hispaniasacra/article/view/668/666

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